Ni demasiado cerca, ni demasiado lejos. El reto diario de ser mamá o papá
Ser mamá o papá lo cambia todo. No sólo lo que hacemos, sino cómo sentimos, cómo miramos el mundo... Nos mueve por dentro, a veces con una dulzura inmensa, otras con un caos interno que es una pasada, no se puede explicar.
Yo soy mamá de dos, y cada día es distinto. Hay momentos de ternura, de desborde, de dudas. A veces, todo junto.
Y hay algo que aparece muchas veces en ese camino, últimamente me encuentro dudando entre el apego y la autonomía. Dos necesidades profundas que tiran en direcciones distintas, pero que nuestros hijos (y nosotros) necesitan experimentar e integrar.
El apego: ese primer hogar emocional
Desde que nacen, nuestros hijos nos necesitan para sobrevivir. Pero más allá de lo físico, necesitan contacto, mirada, presencia. Que alguien los acoja, los haga sentir parte, los mire de verdad.
Ese es el apego. El sostén invisible que da seguridad. Es lo que hace que puedan salir al mundo sabiendo que hay un lugar al que volver. Ese lugar somos nosotros.
Pero sostener, estar disponibles, contener… también agota. Sobre todo si llevamos encima nuestras propias historias, si nadie nos sostuvo así cuando pequeños, si crecimos con la idea de que sentir era demasiado.. o mil historias más.
La autonomía: ese deseo de hacer por sí mismos
Con el tiempo, aparece otra necesidad: la de empezar a hacer solos. Comer, vestirse, explorar, decir “yo puedo”.
A veces queremos ayudarles, e invadimos demasiado. Ellos necesitan intentarlo por sí mismos, y por ejemplo, comer con el tenedor, ensuciar todo, tirar la comida… pero sólo así conseguirán un día comer por ellos mismos
Necesitan caerse para aprender a andar. Probar. Sentir que pueden. Y eso también nos toca a nosotros. Porque soltar a veces da miedo. Porque a veces su libertad confronta nuestra propia inseguridad.
Educar también es permitir. Confiar. Dejar que sus alas se abran, incluso si no vuelan como esperábamos.
El verdadero desafío es amar sin ahogar y guiar sin controlar.
Esto es, quizás, lo más difícil. Porque a veces los queremos tanto que nos pasamos de control.
O estamos tan agotados que nos vamos antes de tiempo, o nos distraemos… a veces incluso con el móvil en la mano, más cerca de una pantalla que de su mirada.
Y no siempre vamos a encontrar el punto justo. A veces seremos un poco más invasivos. O demasiado lejanos. Y está bien porque todavía somos humanos (que yo sepa)
La clave es intentar estar presentes. No perfectos, presentes, eso es amor del bueno. Y con esa presencia cultivar la observación de tus reacciones para identificar lo que te mueve.
Y a veces, lo que más nos mueve como padres no tiene que ver con nuestros hijos, sino con lo que ellos despiertan en nosotros.
Reacciones que no entendemos, exigencias, miedos que no sabíamos que estaban.
Detrás de eso, muchas veces, hay algo más profundo. Hay un niño o niña interior que todavía pide cuidado, reconocimiento o ternura.
💙A través de las sesiones de QHHT (método de hipnosis de Dolores Cannon), muchas mamás y papás que me han visitado han podido encontrar el origen de esas heridas que llevan consigo.
Es un espacio para mirar hacia adentro, para escuchar lo que el alma quiere mostrar y para empezar a liberar cargas.
💙Puedes reservar tu sesión aquí
📩 O escribirme a hola@gabimarin.com
Porque educar también es un viaje de descubrimiento personal.
Con amor,
Gabi 💙